viernes, 11 de febrero de 2011
Cusco
Si me acerco y miro, puedo ver tu adentro. Si me asomo por la mirilla de tu ombligo, puedo ver, puedo verte en la oscuridad lenta que reflejás, en la inversión, circulación que te sostiene, el giro de fuego que te da vida y vive, y me vive a mí en vos...Llegamos al ombligo del mundo, a la ciudad del Cusco. Cada uno se sacó el ojo izquierdo y lo dejó rodar por el empedrado destino. Cuatro ojos, cuesta abajo, undiéndose hacia arriba, en el laberinto de piedra. Fue la roca oscuridad de sus muros, hechos con piedras sin cortas, unidos por la persistencia de su propio peso. Fue la unión de las partes, las hendiduras. Fue la necesidad, la decisión de vivir con quienes viven con el ´no´ bajo el brazo, como regalo de nacimiento; fue la necesidad de comer con quienes comen ´no´a diario, con los que van en busca y reciben ´no´, y es la negación primera la que los ata y los desata, la negación es la que nos ovilla y nos desovilla, y aprendemos a recitar el ´no´ largo, el ´no´más largo. Y actuamos en la calle, atrapados en la memoria dulce y cruda de la lluvia, en esta memoria de agua que nos hace recordar y no nos olvida.
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