De fondo nuestro teníamos una pared de ladrillos, esa tarde mirábamos al pasar piernas y zapatos gigantes. Nos había crecido una cola tan grande que la aprovechamos y nos pusimos a pescar lo que sea, cuando la necesidad es grande no importan las pequeñeces que un charco puede ofrecer.
Encontramos a un ratón soviético que no paraba de hablar en el idioma de los ratones, veíamos en el una evidente calidad de roedor profesional.
Pronto antes del anochecer supimos treparnos de una claraboya y viajar hasta la calma, nos esperaba sin saber un mar de nuevos horizontes.
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